Como la gran mayoría de las cosas que nos pasan, para que el dengue se haya extendido hay muchísimas razones: cambio climático, alta densidad poblacional en áreas urbanas, migraciones, aumento de la frecuencia de viajes, incremento de la pobreza y precarias condiciones de vida... Pero lo cierto es que da la sensación de que nos va ganado la apuesta: según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el número de casos pasó en las Américas 1.5 millón detectados acumulados en la década de 1980, a 16.2 millones en la década del 2010-2019.
“Si observamos el patrón de distribución y el aumento de la incidencia en los últimos años en zonas donde antes no estaba, es muy probable que, en el futuro, vayamos teniendo más áreas con mayor número de casos”, advirtió Pablo Bonvehí, miembro del Grupo Técnico Asesor de Enfermedades Prevenibles por Vacunación de la OPS y jefe de Infectología del Hospital Universitario CEMIC.
“En la Argentina las zonas más afectadas hace un tiempo eran el NEA (Misiones, Formosa, Chaco y Corrientes) y algunas provincias del Noroeste, sobre todo la zona de Orán en Salta. Pero en los últimos dos brotes (2015-2016 y 2019-2020) la afectación se fue desplazando hacia del centro del país hubo brotes en Córdoba y en Santa Fe, y en el Área Metropolitana de Buenos Aires”, señaló Bonvehí. Y nada (salvo la prevención) impide que siga expandiéndose.
Puede ser muy grave
No es un tema menor: los mosquitos empezarán a circular dentro de no mucho, así que hay que ponerse ya “manos a la obra” con la prevención, porque no existe medicamento específico para tratarlo. Y si bien puede haber casos leves, no todos lo son. Pero además, existen cuatro serotipos distintos de dengue, y haber estado infectado por uno no sólo no protege de los restantes, sino que genera mayor riesgo de sufrir una forma grave ante la infección por otro serotipo.
“No hay que acordarse del dengue solo cuando estamos en brote sino todo el año, y tener presente que el dengue vino para quedarse y va a ser un problema cada vez más complejo”, advirtió Analía Urueña, directora del Centro de Estudios para la Prevención y Control de Enfermedades Transmisibles de la Universidad Isalud.
“Debemos sostener las medidas de prevención, estudiar y reportar los casos al Sistema de Vigilancia de manera oportuna. Cuando empiezan los en los países vecinos en el norte, todo el resto del país debe estar alerta, ya que la mayoría de nuestro territorio puede verse afectado por el dengue”, agregó.
Prevenir
Ambos especialistas insistieron en lo que sabemos, pero con frecuencia seguimos sin practicar.
Por un lado, el sistema de salud: la educación y la comunicación son claves para que la población identifique (o recuerde) cuál es el mejor método de prevenir: evitar que se reproduzca el mosquito. Por eso, instaron a descacharrar durante todo el año para impedir durante que se junte agua, ya que en el invierno las larvas perduran y con el calor pueden transformarse en mosquitos transmisores del virus. Las personas -y también las autoridades municipales- deben evitar la acumulación de basura.
También es importante, resaltaron, favorecer el acceso al agua potable de línea (para evitar los recipientes), fomentar el uso de repelentes y mosquiteros, y cambiar periódicamente bebederos de animales.
“Tenemos que fortalecer la vigilancia epidemiológica, porque nos ayuda a detectar precozmente la aparición de brotes y a trabajar en el entrenamiento del personal de salud: está demostrado que en los lugares donde hay entrenamiento y capacitación, los índices de mortalidad y hospitalización son más bajos. También es importante el control ambiental en general y del microambiente de cada persona”, señaló Bonvehí.